Viernes. Y, desde luego, un viernes muy feliz, porque la semana tiene pinta de acabar mejor de lo que empezó. ¿Conocéis esos momentos en los que lo único que quieres es acostarte, cubrirte hasta las orejas y no salir de la cama hasta que alguna otra persona resuelva todos tus problemas? Pues para mí esta semana ha sido como un interminable día de esos. El mayor problema lo he tenido con mi banco que, al ser online, es muy cómodo, pero en casos como el que a mí me ha ocupado, no es tan práctico; se echa de menos una ventanilla física a la que ir a montar el correspondiente pollo. A pesar de todo, y para su desgracia, sí cuentan con un chat disponible las 24 horas del día a través del que he podido descargarme bien a gusto. Creo que he entrado más en el chat del Skandiabanken que en el Inforchat durante toda mi adolescencia. Pero, al fin, conseguí lo que quería. Moraleja: petardear funciona, hazlo.
Pero ayer empezaron a mejorar las cosas y hoy han sido todo buenas noticias; la mejor de todas, que ya he podido pagar el piso universitario que me han concedido en Kringsjå, aunque haya sido al límite. ¡Ya tengo casa a la que volver en enero! Y también algo que hacer con mi vida: el curso de noruego nivel II del que me he matriculado en la Universidad de Oslo. Todavía queda algún cabo suelto por atar, pero también me quedan tres días laborables antes de volar a España, así que...la próxima semana os cuento.
Todo este rollo financiero más los temas burocráticos que tenía que resolver en la universidad han sido amenizados por un oportuno catarro semanal, seguramente provocado por los -17º con sensaciones térmicas obscenamente bajas que hemos vivido en Oslo estos últimos días y que me ha estado sometiendo a continuos cambios de temperatura.
Me di cuenta de que el invierno iba en serio el lunes por la mañana, mientras llevaba a Ildrid e Ylva al colegio. Hacia la mitad del trayecto los dedos ya me dolían del frío, y sentía la cara congestionada. De las orejas no hablo, porque directamente creí que se me habían caído por el camino. Hacía viento, que es lo peor que puede hacer cuando hay frío, y me costaba respirar. Las niñas observaban entretenidas mis síntomas de congelación, girando todo el cuerpo para mirarme, porque ellas sí llevaban tal cantidad de ropa encima que no podían girar sólo el cuello (la pequeña es clavada a Maggie Simpson cuando lleva su traje naranja de invierno). Pero ya se sabe; una, que es chicarrona del norte, piensa: "bah, para un rato que voy a estar fuera no voy a abrigarme como si no hubiera mañana". Craso error.
Cuando volví a casa, después de una hora en la calle, ni siquiera podía hablar, era como si parte de los músculos faciales se me hubieran dormido o paralizado. Tuve el frío metido en el cuerpo durante horas. Entonces pensé que, incluso para un rato, merecía la pena abrigarse bien, aunque lleve tiempo.
¿Y qué es abrigarse bien en Noruega? pues llevar un montón de ropa puesta por capas. Esta imagen representa bastante bien lo que digo:
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| Las 180nok mejor invertidas de mi vida |
Para lo que no hay solución es para el hielo. Ya puedes llevar unas botas con el dibujo de un neumático en la suela, que en cuanto pises hielo te resbalarás sí o sí, dando como resultado, en el mejor de los casos, una pirueta de patinaje artístico mejor o peor disimulada o, en el peor, una caída de todo tu ser al suelo, donde lo primero que suele aterrizar es el culo. Y duele. Os prometo que duele mucho. ¡Pero! Hay una solución alternativa: los llamados brodder, unas estructuras de goma con unos salientes metálicos que se adaptan al calzado y agarran perfectamente en el hielo. Los noruegos apenas se los ponen, salvo mujeres embarazadas o ancianos. Pero yo no soy noruega, no nací con el don de caminar verticalmente, así que me los pongo feliz de la vida. Eso sí, tienen una desventaja: resbalan en cualquier otra superficie que no sea hielo, y tienen la virtud de transformarse en zapatos de claqué cuando pisas un suelo cualquiera. Por si alguien se lo pregunta, los compré en XXL, pero los venden en cualquier tienda de deportes. Existen otras modalidades, por ejemplo, para correr, pero no me apetece arriesgar tanto mi vida, por el momento.
Ahora entiendo por qué la gente me decía que el del año pasado había sido un invierno suave. Seguiré informando.
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Hay dios la que me espera....jajjaja...
ResponderEliminarBueno me alegro que hayas solucionado todo y tengas pisito,cursito y trabajito!! yuhuuu!! ;)
Bueno luego seguiré echando un vistazo a tu blog,que para mí muy práctico y entretenido...
Hasta pronto!!
Me acabo de pillar unos brodder! Pero no había pensado en lo que comentas de que resbalan mucho en otras superficies, si corro tras el bus y me subo a él con ellos puedo pegarme el resbalón del siglo?
ResponderEliminarJajaja, no te preocupes, Pilar; para cuando tú vengas ya habrá pasado lo peor :P ¡Gracias por visitar el blog!
ResponderEliminarEffy, yo precisamente casi me mato dentro del bus con ellos; entré, el conductor arrancó de golpe y yo fui patinando por todo el pasillo, jejeje...Lo mejor es quitártelos cuando entres en algún sitio, aunque sea un poco coñazo :)