lunes, 25 de agosto de 2014

Más fuerte que yo

Comenzó con una pincelada de rojo, casi inocente. Casi. Alejándose un poco del lienzo, la observó y percibió con asombro que se trataba de una mueca de dolor; dolor brotando a borbotones de un cuerpo destrozado. Qué sorprendente la perversión que se puede crear de la nada y sin intención aparente. Donde antes había sólo posibilidades, se concreta ahora un cuerpo despojado de su condición humana, vulnerado, hecho añicos. Pero no era el ser lo que le interesaba, sino las razones.

Así empezó todo. Después de aquello, no pudo o no supo parar, y ahora los cuadros se amontonan en el estudio. Lienzos amenazantes, corruptos...que la juzgan hasta hacerla sentir pintada por ellos. 

Deambula a oscuras por la estancia mirando con rencor tanta criatura mutilada. "Olvídalo, impostora, él jamás se sintió intimidado por su obra y tenía más motivos que tú. Es fácil vivir atormentado mezclando la existencia y el grito en la misma paleta."

Pero desde el centro de la habitación, el espectáculo es tan sobrecogedor que teme no aguantarlo. Dioses y ángeles la observan desde algún punto tan ínfimo del universo, que toda la energía que desencadene su venganza caerá directamente sobre ella, porque rebosa cada partícula, cada átomo que compone la inmensidad. Y en los furiosos latidos entre sus sienes comprimidas se condensa el gemido sofocante de la piedad.

Le duele tanto color. Qué tortura contemplar todos esos colores que van de cultos a vulgares. Una ópera de colores yuxtapuestos y subordinados. Colores que se encuentran o reencuentran, sin saber que existen más como él o que deben su existencia a la mezcla de otros, fruto a su vez de un sinnúmero de casualidades. La paradoja cromática. Colores que cuentan algo en amplias gamas de metáforas y síncopas.

¿Qué hacer? No le quedan muchas opciones: darse la vuelta, comenzar quizás una vida arbitraria sin memoria, sin motivos, sin nostalgia y sin miedos. Dejarse dibujar en algún lienzo imaginario. Diluirse en el agua sucia hasta formar parte del gris. Suena bien. Pero antes, necesita enfrentarse a todo lo que ha creado, cara a cara.

Las contraventanas llevan mucho tiempo cerradas, desde que tuvo que empezar a pintar en penumbra, pero atraviesa el cuarto a ciegas sin más percance que unos cuantos botes empujados por el suelo, probablemente los mismos que derramó la última vez que salió de allí, presa del pánico. El estudio está demasiado silencioso mientras avanza hacia las ventanas entre olores fuertes y conocidos, temblando. Hora de cerrar el ciclo.

El torrente de luz inundó la sala al mismo tiempo que supo con certeza que su arma no le serviría para nada.

Se desconoce el tiempo que llevaba allí la mujer, así como las causas de su muerte. El propietario del estudio encontró su cadáver postrado en el suelo con un rictus de terror y los ojos desorbitados. Todo apunta a una muerte súbita. 
En su mano, un pincel. A su alrededor, algunas pertenencias y unos cincuenta lienzos, todos en blanco.

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