domingo, 1 de junio de 2014

Diario de Polonia (I): Reencuentro y llegada a Cracovia

       ¿Sabéis qué me gusta mucho? Viajar. ¿Y sabéis qué otra cosa me gusta mucho? Quejarme. Así que, como en los últimos tres años no he podido viajar con la frecuencia que yo habría deseado, me he dedicado a quejarme de lo malo que es vivir entre dos países, porque ahora empleo prácticamente todas mis vacaciones en ir a España, solamente. Pero desde febrero se me abrió una puerta mágica, y es tener un novio de erasmus. Así que, con las vacaciones de por medio, el sábado 12 de abril cogí mi maleta de mano tamaño Ryanair, la llené de por-si-acasos y salí de mi casa rumbo a la tierra de Roman Polanski y...yo qué sé, Darek, por ejemplo. No sabía que una semana daría de sí tanto como para hacer algo que siempre he querido: ¡escribir una entrada de blog por capítulos coleccionables!

                               

       Empecé a sentirme rara ya en el aeropuerto; no sólo no había noruegos esperando el avión, sino que no había otra persona que no hablase polaco. La gente iba y venía dándose la mano y colegueando, y entre los doscientos primos que se habían encontrado allí, estaba yo con mi careto de no-polaca. En el avión la gente empezó a pedir vodka, yo pensaba que lo estaban regalando; ya me iba a animar a pedir una botella también, a ver si me arrancaba con el idioma polaco, pero entre que todos querían una y que el vuelo era corto, llegamos a Varsovia y tuve que aguantarme.

       Como yo siempre viajo de pobre, igual que Antonio Machado, los aviones me dejan en aeropuertos en el quinto carajo, y ésta no fue la excepción; de los dos aeropuertos que tiene Varsovia yo fui a parar a Modlin, así que me vi obligada a coger un bus. Lo encontré perfectamente, dado mi agudo instinto felino y también un poco porque era verde y fucsia. Bien. Aparcó justo frente a mí. Bien. Bajó el conductor, pronunció un discurso en polaco y sonrió. No tan bien. La gente empezó a dispersarse; unos entraron otra vez al aeropuerto, otros se quedaron allí con cara de tiesto...una chica me preguntó algo en polaco y, cuando le pregunté si hablaba inglés, pusimos las dos la misma cara de incomprensión y luego ella se retiró haciendo el moonwalk. Decidí preguntarle al conductor, en inglés, si ése era el autobús que debía coger para ir al centro, y tras una vacilación de pocos segundos, sonrió, hizo la señal de la paz y dijo: "Only rock and roll!". Así que me subí, con la esperanza de que al menos pusiera buena música (no me defraudó) y pasé una hora llena de misterio y vacía de internet, esperando llegar al sitio correcto.

       60 minutos de paisaje a lo The walking dead después, llegué a Varsovia y el bus aparcó junto al Palacio de Cultura y Ciencias, que es un edificio muy soviético alto. Allí me despedí del conductor y su psicodélica corbata, y fui en busca de Luis, que ya estaba esperándome. Y, como es vernos y automáticamente nos apetece retomar los tiempos de opulencia en Salamanca, dicidimos ir a comer antes de nada. 

       Luis tenía ganas de ir conmigo a un restaurante italiano llamado Vapiano y, aprovechando que quedaba muy cerca de donde estábamos, para allá que fuimos. Pedimos un plato de pasta cada uno y una pizza para compartir; todo estaba rico, los ingredientes muy frescos y, como particularidad, el restaurante tiene un montón de plantas repartidas por el local, de las que puedes cortar cilantro, perejil, albahaca, etc, y aderezar tu comida sobre la marcha. Me gustó. Existe en muchos otros países, así que, si te apetece, echa un ojo a su web y a lo mejor encuentras uno cerca.

       Después de comer, fui a conocer el piso que Luis comparte con otros cuatro chicos y que, sin estar en pleno centro, quedaba muy bien ubicado respecto a casi todos los sitios. Además de tener portero (real, no automático; nivelazo) hay que marcar un código para entrar, pero a pesar de todo el ultrafuturismo, lo primero que vi al entrar fue un calzoncillo colgando del espejo. Después, abrí la nevera y confirmé que no había comida de verdad, sólo botes de salsa, queso en lonchas y alguna lata misteriosa. En ese momento, aspiré con nostalgia el aroma de un piso de estudiantes. En fin, que estábamos en casa, con la modorrilla de la siesta, nos esperaba un viaje en pocas horas y tendríamos tiempo para conocer Varsovia más adelante, así que resumiré las siguientes cuatro horas en tres palabras: DO NOT DISTURB.

     A las 8 cogimos, justo enfrente de la parada de metro Wilanowska, el bus que nos llevaría a Cracovia. Habíamos optado por la compañía Polski Bus, porque leímos que eran autobuses baratos, cómodos y recorrían muchas ciudades, tanto polacas como de otros países centroeuropeos. Bueno, ahora puedo confirmar que barato sí que es, y mucho, pero cómodo no. No me considero una persona exigente para eso, se me abrieron todos los chakras con las posturas de yoga que aprendí en el bus de Salamanca a Santander durante seis años de viajes, pero es que yo en el Polski Bus iba con las rodillas pegadas in the guanter, y eso sin que nadie echara su asiento hacia atrás. Eso yo. Luis parecía un muñeco de Lego encajado en su asiento. Así que, si piensas viajar en esa compañía, por muchas ventajas que tenga, considera este punto.
                                                                                                                                                                 
                                     

       Tras cinco horas y media llegamos a la estación de autobuses de Cracovia, Główny, que forma parte también de la de trenes, para optimizar bien el espacio. Era muy tarde, estaba muy oscuro y yo soy muy cagona, así que fuimos directamente al hostal que teníamos reservado: el High Life, cerca del centro y del barrio judío. Por el camino, decidimos comprar la cena en un Carrefour Express (dos bocadillos grandes y dos refrescos, menos de 2€, impacto total). La chica del hostal salió a abrirnos en pijama y nos enseñó un poquito las instalaciones, pero tenía tanto sueño que ni siquiera nos hizo pagar y quedamos en arreglar cuentas al día siguiente. Era un hostal realmente bonito, limpio y tenía de todo, nos encantó. En la habitación también estuvimos muy a gusto, aunque cabe decir que pasamos un poco de frío. Allí cenamos y planificamos más o menos el día siguiente, antes de quedarnos dormidos como angelotes.

       ...to be continued (pero no sé cuándo)

2 comentarios:

  1. jeje este no lo había leido también me ha gustado mucho..a ver cuándo continua pues

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    1. Sí, con la prisa que me doy, es posible que me dé el año que viene escribiendo la segunda parte. ¡Pero continuará!

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