lunes, 26 de marzo de 2012

Soy una superviviente


…del invierno noruego. O al menos del oslense (¿osleño, oslenita…?). Ya puedo confirmarlo porque al fin parece que está llegando la primavera, así lo dicen los minutos de luz que se van agarrando a los extremos de los días, las lagunas de hierba que aparecen entre la nieve, el agua que gotea de los tejados o las capas de hielo que crujen bajo las botas. (*Edito: ayer fui a la playa. Definitivamente, ya es primavera. Tardo tanto en escribir mis entradas que se me pasan las estaciones) Y no me queda otra más que declararme fan del invierno noruego.

           Cierto es que he jugado con ventaja al huir a España durante todo el mes de enero, el más duro del invierno aquí, pero son demasiados años viendo anuncios de El almendro como para no volver a casa por Navidad, y más después de ocho meses. Aunque tampoco Cantabria por esas fechas goza precisamente de temperaturas caribeñas, así que tan entrañables fiestas las compartí con mis dos viejas amigas de parranda: la señora humedad y doña alergia (que no "alegría"). En Oslo el clima seco me da una tregua, pero hay otras gracias: los labios y las manos se me han agrietado seriamente por momentos ¡e incluso se me congeló el pelo en más de una ocasión! (no es cachondeo, bien lo sabrán quienes están al tanto de mi boicot al secador).


Dos cosas han llegado a cansarme un poco del invierno aquí; una es el hielo, esa consecuencia en la que yo no caí hasta que lo hice casi literalmente. La primera vez que nieva es una fiesta: te sacas fotos, te tiras bolas, te quedas mirando por la ventana mientras compones haikus...Cuando sigue nevando en marzo te vienen a la cabeza otro tipo de composiciones, bastante menos poéticas. La nieve, que se acumula por todas partes, se deshace y todo queda cubierto de una capa de hielo que convierte a la ciudad en una enorme pista de patinaje. No hay suela mágica contra un suelo resbaladizo y pulido cual espejo, salvo unas suelas con clavos que se acoplan al zapato, muy prácticas en según qué ocasiones pero no muy cómodas para el día a día. Yo me he caído solo un par de veces y os aseguro que una caída en el hielo es tan dolorosa como en un suelo de cemento. Afortunadamente no tuve mucho público, lo cual tampoco es especialmente relevante, dado que aquí la gente tiene asumido que todo el mundo se cae alguna vez en invierno, con lo cual nadie se escandalizará si te ven pegarte un buen morrón. Pese a todo, yo he ido siempre con el máximo cuidado, sin prisas...pero no hay tu tía; varias veces me he quedado a media cuesta en una postura ridícula sabiendo a ciencia cierta que fuera cual fuera mi siguiente movimiento terminaría resbalándome. Y es tan frustrante avanzar un paso y retroceder dos...a mí me daban ganas de desplazarme a todas partes haciendo moonwalk.

¿Solo -14º? ¡Venga ese Calippo!
           El segundo aspecto que me ha resultado un tanto cansino es la oscuridad. Verdaderamente se pasa muchas horas de noche y, a veces, la poca luz que hay durante el día proviene de un sol breve y tenue. Esto no quiere decir, ojo, que no haya días luminosos y soleados durante el invierno (que de hecho suelen ser los más fríos), y además la nieve ilumina más de lo que puede uno pensar, pero cuando enciendes la luz a las 2:30 de la tarde puede llegar a darte un ligero bajón. Esto se acentúa si trabajas muchas horas, porque durante todo el invierno sales de tu casa y llegas a ella de noche, y esto es así.

           Pero, a mi parecer, las cosas buenas del invierno en Noruega se imponen con creces a las no tan buenas. Sobre todo porque la gente aquí sabe sacarle partido a su invierno, seguramente por necesidad...si los noruegos pasaran dentro de sus casas los días de frío estarían encerrados durante meses, pero es justo al contrario: no solo no se paraliza el país, sino que el frío se disfruta. Puedes practicar todo tipo de deportes de invierno, esquí para empezar. Durante este tiempo me ha dado la sensación de que no hay ni un solo noruego que no sepa esquiar, incluso a los niños empiezan a enseñarles cuando son muy pequeños. Yo fui un par de veces con Inga para que me enseñara lo básico, y...bueno, en otra ocasión os hablaré de la nueva modalidad que inventé: esquí con fase de vuelo. El dolor de mi rabadilla fue inversamente proporcional a mis ganas de volver a intentarlo durante varios días. Hay quienes practican también snowboard, pero ese es un deporte caro incluso aquí. El esquí de fondo también es muy popular, y en los mapas de rutas vienen perfectamente trazados los caminos por donde puedes ir, diferenciándolos de los caminos de verano. También se practica patinaje sobre hielo (¡divertidísimo!), senderismo y escalada por la montaña, trineos con y sin perros, pesca en el hielo...Y si no eres mucho de deporte, siempre puedes relajarte yéndote a pasar el fin de semana a tu cabañita del bosque o la montaña, o alquilar una a un precio moderado. Las hay desde muy básicas hasta con sauna o piscina particulares, todo un lujo del que los noruegos saben disfrutar. Vaya si saben. De eso os hablaré cuando tenga una, es decir, esperad sentados. 

...donde me bañaba en verano
El mismo lago...
 
           Pero vamos, que al final todo esto de las actividades de invierno creo que es una excusa para sacar la fiambrera con las naranjas y el chocolate (tradición) y el termo. (¡ATENCIÓN! Si quieres ser alguien en Noruega, por favor, hazte con una fiambrera y un termo. La fiambrera se puede sustituir por un tupper común, pero el termo está más jodido. Hazme caso y consigue estas dos cositas pero ya. Si no, cuando seas un paria social no me vengas pidiendo explicaciones, que ya lo avisé). Ahora en serio, son geniales. ¿He dicho ya que soy fan de los noruegos?

           Las casas son un paraíso en invierno. Muy acogedoras y cálidas. Ya de por sí están perfectamente aisladas del exterior, así que con un poquito de calefacción es suficiente para estar muy a gusto. Y no hay nada como sentarse a tomar un chocolate y unas pannekaker o unos gofres mientras fuera cae la nevada del siglo. Con el suelo calefactado del baño directamente se me saltan las lágrimas. Hasta la taza del váter está templada, es gloria bendita. Pero tampoco es demasiado duro salir si te forras previamente con capas de ropa al más puro estilo "cebolla". Sin la ropa adecuada puedes sufrir bastante, y como el tiempo aquí es muy cambiante siempre es bueno llevar repuestos de toda clase en esa mochila que se convertirá en parte de tu cuerpo, casi un marsupio, desde que pongas el pie en Norge. Los noruegos tienen un sentido muy práctico de la moda, sin perder el toque fashion. De hecho, aquí existe un refrán: Det finnes ikke dårlig vær, bare dårlige klær...que viene a decir que no hay mal tiempo, sino ropa inapropiada. Toca aplicarse el cuento, pues.

           Resumiendo: no voy a ser hipócrita; el frío cansa a cualquiera, lo mismo que el calor extremo, y en ocasiones se echan en falta algunos grados más (no por casualidad los noruegos adoran los países cálidos), pero puestos a pasar frío mejor que sea en Noruega, donde al menos podrás ponerte sin reparos un gorro de lana con forma de pastel (¡sí, la guinda es la borla!). Heia Norge!


No hay comentarios:

Publicar un comentario