lunes, 22 de agosto de 2011

Una vida dentro de otra

       Muchas veces, cuando planeamos un viaje con mucha antelación, la cosa queda en agua de borrajas porque la gente se va desinflando y al final nadie se anima. Pero siempre hay un par de personas o tres con las que sabes que los planes sí van a salir adelante; es el caso de mi amiga Gema, con la que este tipo de cosas siempre llegan a buen puerto (y no sólo si vamos en barco...qué horror de chiste). Desde que supe que vendría a vivir una temporada a Noruega, Gema me dijo que vendría a visitarme...en mayo empezamos a organizarnos en serio y antes de darme cuenta estaba esperándola en la terminal de autobuses de Oslo.

       Por supuesto, el reencuentro fue de lo más emocionante porque nosotras somos muy espectaculares cuando de reencontrarnos se trata, así que teníamos a todo el autobús pendiente de nosotras y con la lagrimilla a punto. Ella llegó a las 6 de la tarde, pero lamentablemente no pudimos aprovechar mucho porque caía un chaparrón impresionante que continuó durante toda la tarde y también por la noche. De todas formas, su viaje había sido largo y un poco pesado, así que decidimos cenar y acostarnos pronto para madrugar al día siguiente, porque ahí sí que íbamos a necesitar todas nuestras fuerzas.

6 DE AGOSTO DE 2011 - PRIMER DÍA

       ¡Partimos hacia Bergen! Como la estación central estaba cerrada por obras y no había tren directo entre Oslo y Bergen, teníamos que coger un autobús hasta Hønefoss y allí hacer un trasbordo. Nos levantamos a las 6 y preparamos el equipaje: una mochila cada una con la ropa que íbamos a necesitar para tres días, un calzado cómodo y otro que no calara, las chanclas anti-hongos-de-hostal, gafas de sol, polar, chubasquero y demás enseres. Desayunamos y cogimos el metro hasta la terminal de autobuses. Desde allí, salía el autobús a las 08:40 (Oslo-Hønefoss, era el 171, que salía de la dársena 29; aunque esto puede variar, yo lo dejo dicho, por si acaso). El trayecto duró hora y media y el tren con destino a Bergen no salía hasta las 12:22, así que tuvimos un ratillo para pasear por Hønefoss que, sin ser una maravilla de pueblo, es un sitio agradable y bastante bonito, aparte de tener la sorprendente cascada de Høne, que no está nada mal. Tuvimos tiempo suficiente como para comprar la comida en el Mix (un calzone y un muffin) y comimos en la estación de trenes, al acecho de avispas roba-calzone y autobuses que sobrestimaban sus proporciones al pasar junto a nosotras.

       El viaje en tren fue cansadillo, seis horas en una primera clase cuyo único atractivo era una máquina de café que estaba estropeada, pero tuvimos tiempo de hablar y casi hasta de discutir con una buena mujer que decía que España le saca a Noruega una ventaja de 40 años. Lo que hay que oír por llevar las orejas puestas.

       Cuando llegamos a Bergen fuimos derechas al hostal a dejar los bultos. Nos alojamos en el Citybox, que está en la misma calle que la estación, así que no tardamos nada en llegar, pero allí tuvimos un ligero problema. Cuando llegamos, la recepción ya estaba cerrada y había que hacer el registro de forma automática con una máquina que hay en la entrada. Era la primera vez que nosotras nos registrábamos en un hotel de esta manera, así que esperábamos un poquito más de información por parte del tipo disfrazado de Beetlejuice que parecía encargarse de las llegadas, pero teníamos que extraerle las palabras con sacacorchos; no derrochaba salero, precisamente, el hombre. Al final conseguimos nuestras llaves y no tuvimos que dormir en la estación, así que ni tan mal. Para los que hayáis reservado en este hostal: imprimid, además de la confirmación de la reserva y el pago, el e-mail en noruego que os enviarán desde el propio Citybox, porque allí figuran un número de registro y una contraseña que tendréis que utilizar a vuestra llegada.

       Señores siesos aparte, el Citybox nos gustó. Partiendo de la base de que es un hostal, las cosas básicas estaban bien: tanto la habitación como el baño eran muy amplios y estaban limpios, a pesar de que compartíamos el baño con otra habitación. Teníamos además una ventana a ras de suelo, muy apta para jugar a la gallinita ciega en la habitación. Después de dejarlo todo allí fuimos a conocer un poco de Bergen y a comprar en el Rema1000 nuestro desayuno para los dos días siguientes. Llegamos hasta el puerto y nos metimos por algunas callejuelas dignas de ver; nos pareció precioso. Esa noche cenamos en el Deli de Luca, una tienda de conveniencia bastante frecuente en Oslo y Bergen donde, además, disponen de un espacio reservado para comer. No es especialmente barato, pero si lo comparas con un restaurante comes bien por mucho menos dinero, y tienen desde bocadillos hasta platos preparados. Y así, entre fideos, terminó nuestro día.


7 DE AGOSTO DE 2011 - SEGUNDO DÍA

Nos levantamos a las 6 de la mañana, con la fresca, ya que teníamos que estar en la oficina del NSB en la estación de trenes a las 7:30 para recoger nuestros billetes de la excursión Norway in a nutshell (id a la página de Direcciones útiles para saber de qué se trata). Nuestro primer viaje consistía en dos horas de tren hasta Myrdal, donde teníamos que coger el Flåmsbana, el famoso tren de Flåm que, según dicen, hace el trayecto en tren más bonito del mundo. Si te animas a hacerlo, vete calentando de camino a Myrdal porque cuando se apea la gente eso es una batalla campal, un sálvese quien pueda para pillar ventanilla en el tren de Flåm, ya que los asientos no están numerados. En cuanto al trayecto, que dura una hora, yo no sé si será el más bonito del mundo, todavía tengo que viajar mucho para dictar sentencia, pero sí es uno de los más bonitos que he hecho, es realmente impresionante, el paisaje no deja de sorprenderte. Por no mencionar la parada principal en la catarata de Kjosfossen, que será muy turística y todo lo que queráis, pero a nosotras nos dejó con la boca abierta.

       El tren nos dejó exactamente en el puerto de Flåm, y allí teníamos casi tres horas de espera que aprovechamos para comer y dar una vuelta por los alrededores. Aquí nos pilló la segunda tromba de agua importante de nuestro viaje, pero supimos enfrentarla refugiándonos en un puesto vacío de venta de verduras. ¡El que no se conforma es porque no quiere! Tuvimos tiempo además de ver el museo del tren de Flåm, que está junto a las vías y es gratis, algo que no abunda mucho por estos lares.

       A las 15:10 salimos en un barco para ver los fiordos (si viajas con Norway in a nutshell el barco sale del muelle 1). Tuvimos que estar un rato dentro porque aún llovía, pero en cuanto pudimos salimos a la cubierta para disfrutar mejor el paisaje, y de paso curioseamos un poco el barco, que nos encanta. Cuando llegamos a Gudvangen, al cabo de dos horas, ya nos estaba esperando el autobús para Voss. Esta parte nos la esperábamos sin sorpresas, el típico trayecto en bus, pero nada más lejos: tuvimos que recorrer la famosa carretera de Stalheimskleivay, que sólo se abre los meses de verano...qué vertigo, qué curvas, fuimos con el corazón en un puño un buen rato, pero el paisaje...bufff, hay que verlo. En Voss de nuevo cogimos el tren hasta Bergen, donde llegamos sobre las 20:30.

       Esa noche, nos apetecía pizza y decidimos buscar un sitio asequible, olvidándonos por un momento de que ese concepto es poco frecuente aquí...pero tuvimos un golpe de suerte y al echar un vistazo en el restaurante Egon vimos que tenía buffet libre de pizzas. Aprovecho para advertiros que si coméis aquí lo primero que tenéis que hacer es acercaros a la barra, dar vuestro número de mesa y pagar, antes de comer. Nosotras nos enteramos gracias a unos noruegos a los que guardamos cierto rencorcillo. Segunda y última noche en el hotel.

8 DE AGOSTO DE 2011 - TERCER DÍA

       Sobre las 9 nos cargamos las mochilas al hombro con todo el equipaje y dejamos el hotel definitivamente. Ese día nos dedicamos a visitar lo que nos quedaba de Bergen. Lo primero que hicimos fue subir en el funicular de Fløibanen hasta el mirador, desde donde puede verse todo Bergen y alrededores, el mar, las siete colinas...todo. Allí nos sentamos a hablar durante un buen rato, era un sitio agradable. A la bajada, recorrimos las callejuelas que unen las casas del puerto y descubrimos algunos rincones bonitos; finalmente nos acercamos al mercado del pescado donde, tal y como tenía entendido, abundaban los españoles. Allí pasamos un buen rato, hasta me dieron ganas de preguntar por un trabajillo, porque se respiraba muy buen ambiente. Todo lo que se vende tiene muy buena pinta y parece muy fresco; además puedes comprar otras cosas aparte de pescado, como algunos platos preparados o bocadillos. Varios puestos tienen también mesas por si decides quedarte a comer por allí. Nosotras nos compramos un bocadillo delicioso con salmón, gambas y bocas de mar, por 80nok cada una, y fuimos a comerlo al parque junto al lago Lille Lungegårdsvannet, aprovechando el buen tiempo que hacía. No sólo nosotras acabamos con el estómago lleno; los gorrioncillos, gaviotas y algún que otro cuervo también se beneficiaron de nuestros manjares (sobretodo de los de Gema). Después de un ratito de sobremesa y conversación cogimos el tren a las 16:10, que no nos dejaría en Oslo hasta pasadas ocho horas. La ventaja fue que justo ese día terminaron las obras en la estación central, así que no tuvimos que hacer trasbordo. Cuando llegamos al fin, cenita a base de embutido y a la cama. ¡Mañana visitamos Oslo!

9 DE AGOSTO DE 2011 - CUARTO DÍA

       Hoy no pudimos evitar que se nos pegaran las sábanas pero, aun así, tan pronto como pudimos nos plantamos en el puerto para coger el barco que lleva a la península de Bigdøy, después de que Gema se comprara la Oslopass, por supuesto. El día pintaba bien, solecito, pocas nubes...Nuestro primer objetivo fue el Frammuseet, el museo del Fram, donde está expuesto el barco polar del mismo nombre, con el que el explorador Amundsen viajó hasta el polo sur. Se puede entrar en el barco y pasear por dentro, está estupendamente bien conservado. El museo cuenta también la historia de otros exploradores noruegos y sus expediciones polares, a través de algunas exposiciones fotográficas muy interesantes.

       Justo enfrente del Fram está el museo Kon Tiki (tan cerca que hasta comparten los retretes...una curiosidad como otra cualquiera), pero a éste no fuimos porque no nos sobraba el tiempo y pensé que era el museo más prescindible (¿me equivocaba?). No obstante, yo sí lo visité anteriormente y me gustó, en otra entrada os hablaré sobre él. Allí mismo cogimos el autobús 30, con el que nos desplazamos hasta el Vikingskipshuset, el museo de los barcos vikingos, que está en la misma península de Bigdøy. Yo tengo que decir, a riesgo de pecar de ignorancia, que este museo para mí ha supuesto una decepción...sí es verdad que los barcos son impresionantes y que impacta pensar en la cantidad de años que tienen, y la historia de los vikingos también es curiosa...no sé, tal vez un apasionado del tema piense de forma diferente, pero yo creo que el museo sería más atractivo si le sacaran un poco más de partido, si hubiera algo más que hacer aparte de subirte a los balconcillos a observar los barcos. Yo llevé a Gema porque es el museo que sale en todos los folletos, y porque si vuelve a España diciendo que ha estado en Oslo, me temo que la primera pregunta sea: "Y verías los barcos, ¿noooo?", así que no podía permitirlo.

       Justo después, sin necesidad de coger el bus porque está muy cerca, visitamos el Norsk Folkemuseum, el Museo Folclórico de Noruega. Éste sí está muy bien. Se puede decir que es el museo de la cultura noruega, donde puedes ver desde casas noruegas de todas las épocas (y visitarlas por dentro), hasta una iglesia vikinga, y también conocer numerosas costumbres noruegas, sus estilos de vida a lo largo de los siglos...También hay una exposición de juguetes clásicos preciosa y otra muy interesante sobre la cultura sami, a la que también intentaré dedicar un post algún día de estos. Es un museo bastante dinámico, y el hecho de que sea exterior puede ser un factor positivo o negativo: a nosotras nos cayeron dos chaparrones curiosos, pero nos refugiamos hábilmente en un barracón y de paso aprovechamos para comer. El museo cerraba a las 18:00 y justo a esa hora estábamos nosotras saliendo, apurando al máximo.

       A pesar de que había llovido lo suyo, decidimos acercarnos a la playa, sólo para dar una vuelta, así que volvimos a coger el 30 y nos bajamos en Huk, la última parada. No había gente tomando el sol, pero sí unos cuantos valientes dándose chapuzones. Nosotras nos limitamos a pasear un poquito y luego volvimos al centro en autobús. Al apearnos, el tiempo había mejorado bastante, así que apetecía caminar un ratillo en plan tranquilo, con lo que pospusimos las visitas restantes para el día siguiente. Paseamos por el puerto de Aker Brygge e incluso nos permitimos un pequeño capricho: un helado en uno de los puestos del muelle. Después de eso, cenita típica noruega (pasteles de carnes con salsa marrón -no es que no sepa el nombre de la salsa, es que se llama así-) y a la cama pronto para recuperar el sueño acumulado.

10 DE AGOSTO DE 2011 - QUINTO DÍA

       Hoy teníamos previsto empezar el día con un crucero por el fiordo de Oslo, pero como ya habíamos cogido bastantes barcos durante del viaje y además nos quitaba dos horas enteras, nos saltamos ese paso y fuimos directamente al segundo: visitar el Holmenkollen, el salto de esquí con su museo, que también lleva su tiempo. Ahí sí que nos pilló un buen diluvio, acompañado además de frío y viento, es decir, estábamos como queríamos. No obstante, cuando terminamos de ver el museo subimos a la torre a ver el salto desde arriba. Las vistas desde allí abarcan Oslo y muchos kilómetros alrededor, hasta perderse en un bosque lejano. Es verdaderamente espectacular, pero por desgracia aquel día la niebla impedía apreciarlo todo lo bien que nos habría gustado. El salto también sobrecoge, ¡qué vertigo!


       De vuelta al centro, entramos a la Nasjonalgalleriet a ver el cuadro de El grito. Una aclaración: la versión más conocida del cuadro está aquí y no en el museo de Munch, donde lo que encontrarás son dos versiones más de la obra. Tuvimos suerte de verlo, porque el año pasado lo robaron (una de tantas veces). Del resto de la colección la verdad es que no conocíamos mucho, sólo a los autores más famosos; pero hay muchos cuadros de pintores noruegos que ni siquiera nos sonaban. Sin embargo, tengo que decir que algunos cuadros me llamaron poderosamente la atención, como Vinternatt i fjellene (noche de invierno en las montañas) de Harald Sohlberg (¡google!). A la salida, comimos en la estación a resguardo de la lluvia antes de continuar en dirección a la ópera, construcción original donde las haya. A mí este tipo de edificios tan modernos no suelen convencerme, pero reconozco que éste me encanta. Debe de ser eso de caminar por el tejado, que me emociona. A esa hora de la tarde ya pudimos cerrar los paraguas, al fin, y recorrimos la Karl Johans Gate, la calle principal de Oslo, para acabar en la fortaleza de Akershus, aunque sólo paseamos por el recinto.

       Para poner el colofón, terminamos el día disfrazadas de reinas de las   nieves en el Icebar. Debo decir que en un principio me mostré reticente a entrar aquí, porque me parece el típico reclamo para turistas donde te cobran un pastón por estar media hora pasando frío. ¿Y me equivocaba? ¡No! Es exactamente eso, pero la verdad es que te echas unas risas, y tampoco está tan mal de precio si piensas que el cóctel que te dan (os recomiendo el Seven nation army, buenísimo) te lo cobrarían al mismo precio en un bar ordinario. Y beberte tu propio vaso después de su contenido no tiene precio. Además está muy bien ambientado y te dan una capa térmica y unos guantes. Respecto a la media hora...realmente no se puede estar más tiempo, si no quieres encontrarte con tu amiga la hipotermia. Cuando salimos a la calle, creo que fue el único momento del día en el que sentimos auténtico calor.

       Ese día la cena fue un salmoncito a la noruega, con su crema agria y todo, y con horario inglés para poder acostarnos pronto, con vistas a amortizar bien el último día íntegro de Gema en Noruega.

11 DE AGOSTO DE 2011 - SEXTO DÍA

       Hoy tenemos previsto un viajecillo a Drøbak, un pueblecito a unos 40 km. de Oslo (se puede llegar en el  autobús 501 desde la parada que hay en Fred Olsens Gate). Todo lo que yo pueda decir acerca de este lugar está muy lejos de ser objetivo porque realmente me encanta. De hecho, sería mi primera opción a la hora de vivir en Noruega, si pudiera elegir, claro. Yo ya lo había visitado hace cosa de dos meses, cuando me llamó la atención al descubrirlo por internet, y ya tuve la sensación de que era un lugar que difícilmente olvidaría.


Este pueblo tiene varios atractivos: el primero de ellos es que es un pueblo pesquero precioso, con todo lo que ello conlleva, unas casitas monísimas, los barquitos en el muelle, olor a mar, varios faros (esto ya es un gusto personal...desde que vi los Moomins cuando era pequeña). Pero además este pueblito tiene una particularidad especial: se dice que es el lugar de nacimiento de Papá Nöel y su residencia cuando no está viviendo en el Polo Norte. En cualquier época del año puedes entrar a Julehuset, su taller, situado en la plaza principal, y echar un vistazo a lo que allí te vas a encontrar; es algo comparable a lo que experimentó Jack Skellington cuando fue a parar a la ciudad de la Navidad. Otro mundo. Pero vamos, que incluso sin el taller Drøbak es un pueblo encantador. 


       Después de comer en unos banquitos al sol junto al muelle volvimos a Oslo porque aún nos quedaban varias cosas por ver, como por ejemplo, el Vigelandspark, el parque de las estatuas, otro de mis rincones preferidos de la ciudad. Hicimos bien en dejar este parque para el último día porque habría sido una pena visitarlo con mal tiempo; no es lo mismo verlo vacío que lleno de gente tumbada en la hierba, haciendo deporte o paseando por allí. Tras sacarnos alguna que otra foto con las estatuas volvimos a ponernos en marcha en dirección al centro para dar un último paseo, comprar algunas cosillas y visitar el barrio de Grünerløkka, la zona "alternativa" de Oslo. Ya con un poco de penita cenamos y a dormir, sabiendo que sólo disponíamos de unas horas al día siguiente antes de que Gema tuviera que volver al aeropuerto.

12 DE AGOSTO DE 2011 - ÚLTIMO DÍA

       A pesar de que el día no era muy aprovechable, no queríamos dejar de llenar el poco tiempo que nos quedaba juntas, y todavía no habíamos tenido oportunidad de conocer el lago que hay al lado de mi casa, el Lilletjern, así que allí pasamos la mañana acosadas por los patos. Nuestro viaje terminó a las dos menos cuarto, cuando el Rygge-Ekspressen de Gema salió camino del aeropuerto, con tristeza pero satisfechas de todo lo que habíamos hecho.

       Desde luego, fueron unos días de lo más completo, y me encantó recibir a Gema aquí, no sólo por su compañía que, evidentemente, me es grata, sino por la ilusión que hace enseñar y compartir los lugares que conoces con otra persona. Ahora mismo lo difícil es bajarse de la nube. No pongo en duda (bueno, sí) que sea cierto el que si no trabajáramos no valoraríamos tanto nuestro tiempo libre, pero es que cuanto mejor es un viaje más dura es la caída a la realidad. Pero aun así un viaje es lo mejor que nos puede pasar, porque no sólo es conocer sitios y gente, también son las anécdotas, los problemillas que surgen...es como una vida dentro de otra...¡y para mí el viaje dura hasta diciembre! Quizá mi próxima reunión con Gema sea en París, a no mucho tardar, pero eso sí, sin descuidar el viaje del año que viene: hemos hablado de conocer Transilvania...y algo me dice que lo haremos.

       Nota: todas las direcciones importantes están en el apartado Direcciones útiles, con una pequeña explicación de cada cosa. ¡Echa un vistazo!

2 comentarios:

  1. ¡Qué pasada Ana! Toda la información que das es muy interesante, la tendré en cuenta para mi viaje a los Fiordos... y a otros lugares que desconocía.

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  2. Me alegro de que lo encuentres útil, Joaquín...esa es mi intención! :)

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