domingo, 24 de julio de 2011

Ver arder el mundo

       Sé que debería haber escrito mi segunda entrada mucho antes, pero me estaba costando decidir el tema sobre el que hacerlo. Lamentablemente, los sucesos ocurridos antes de ayer en Oslo me brindan una triste excusa para actualizar mi blog.

A = Isla de Utøya
        Os cuento a grandes rasgos lo que todos sabéis: el viernes 22 de julio, sobre las 13:30 de la tarde, se produjo una explosión en el complejo del gobierno de Oslo, causando graves daños en cuatro edificios, incluidas las oficinas del VG, uno de los periódicos más importantes y valorados de Noruega. Rápidamente se evacuó al primer ministro, Jens Stoltenberg, contra el que se creía iba dirigido el ataque. Dos horas después, las noticias volvieron a aterrorizarnos con un tiroteo en la isla de Utøya, a 40 km. de Oslo, donde se concentraban más de 500 personas en un campamento juvenil del partido laborista. El resultado son 92 víctimas mortales entre los dos atentados, de las cuales 84 murieron en la isla. El autor de esta barbarie es Anders Behring Breivik, un noruego de 32 años que se ha declarado nacionalista y simpatizante de la extrema derecha, así como contrario a la sociedad multicultural, y que durante dos años se ha dedicado a preparar esta salvajada, con la frialdad más cruel. 

       Si queréis conocer detalles o ampliar información, en internet las páginas de noticias se actualizan de forma constante; yo no voy a profundizar en ello, dado que no es mi intención escribir un reportaje periodístico ni despertar morbo, sino simplemente contar cómo lo he vivido yo aquí y dar mi punto de vista al respecto.

      Antes que nada, no puedo sino sentirme fascinada por la actitud y la organización con que los ciudadanos noruegos enfrentan esta situación, porque me parece sencillamente ejemplar. La labor de la policía ha sido digna de admiración en todo momento, dando sólo a conocer datos ya confirmados, lo cual es de agradecer. Cuando al principio todo apuntaba a un ataque islamista, en ningún momento hubo especulaciones gratuitas al respecto por parte de las autoridades, sino sólo hipótesis a nivel individual, lo cual es inevitable, por otra parte.

       El modus operandi de los noruegos ante esta situación los diferencia de muchas otras sociedades; ellos no han contraatacado sin ton ni son, ni proferido amenazas a la ligera, ni buscado culpables y enemigos desde el primer momento. Aquí no acostumbran a utilizar a los muertos como moneda política, esto es otro mundo. Incluso buscan su propio bien antes que el mal del asesino.

       Me habría gustado que esta entrada fuera sobre algo más alegre pero, aunque este sea un suceso que lamentar, no deja de formar parte de la historia de este país y como tal no debe caer en el olvido. Como en todo, hay que intentar mirar el lado positivo y, en este caso, es el hecho de que la explosión no se produjera a una hora punta y en un momento del año en el que un porcentaje significativo del país no estuviera de vacaciones; de lo contrario, ahora mismo tendríamos que lamentar muchas más víctimas. Claro que, posiblemente, todo fuera planeado por el asesino como simple distracción para disponer de más tiempo en la isla.

      Me identifico plenamente con el dolor y la conmoción de un pueblo que no ha conocido tanta violencia desde la Segunda Guerra Mundial.  Los noruegos salieron ayer a la calle para dejar flores y y rendir sus homenajes, después de haber pasado un día en sus casas, buscando una respuesta a la pregunta que todos nos hacemos, quizás una explicación que pudiera llegar a darle sentido a esta locura o a ordenar un puzzle que sólo nos da como resultado una absoluta pérdida de fe en el ser humano porque, como bien dijo Alfred Pennyworth en The Dark Knight: "[...] some men aren't looking for anything logical, like money. They can't be bought, bullied, reasoned or negotiated with. Some men just want to watch the world burn".

      En definitiva, y reservándome mi opinión acerca del asesino, porque no es él el protagonista de esta entrada, me niego a creer que un mundo de violencia sea lo único que nos espera y, aunque tal vez peque de ingenuidad y simpleza, sólo espero que este país, que tanto se ha involucrado en proyectos humanitarios, con su sociedad abierta y confiada que no teme a sus propios ciudadanos, donde la policía nunca va armada y los políticos no son seres superiores a los ciudadanos de a pie, y que de ninguna manera se merecía esta injusticia, nunca cambie sus principios y siga siendo el ejemplo de sociedad que debería seguir el resto.

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